miércoles, 21 de agosto de 2013

Francisco Reyes Páez " El Boli" el último de los "ratones"..........

Pasión en Sevilla: Francisco Reyes Páez “El Boli” es un superviviente de la mítica cuadrilla de Rafael Franco Rojas

El Boli ante el cuadro que preside su casa con la Esperanza de Triana / ABC DE SEVILLA
El Boli ante el cuadro que preside su casa con la Esperanza de Triana / ABC DE SEVILLA
Durante más de treinta años ocupó la primera trabajadera de casi todos los palios. Por aquellos tiempos iban sin relevos, “de mármol a mármol”, desde el Domingo de Ramos hasta el Sábado Santo. Pasión en Sevilla lo visita en su casa de la barriada de Juan XXIII. Un hogar humilde pero forjado con el trabajo de este incansable peón, cuya grandeza no reside en su estatura, sino en la fuerza de voluntad. Ahora, echa la vista atrás y recuerda cómo fue la “mejor cuadrilla de la historia”.

Se fue Manuel Torralbo “El Bigotes”. Con él parecía que moría para siempre la historia viva de aquella mítica cuadrilla de Rafael Franco Rojas conocida como la de los “ratones”. No era así. 

En una pequeña y humilde casa de la barriada de Juan XXIII vive Francisco Reyes Páez “El Boli”, dueño y señor de la primera trabajadera de “casi todos los palios de Sevilla” y uno de los últimos eslabones de la “mejor cuadrilla de la historia”.
 
El Boli con la cuadrilla de Rafael Franco / ABC DE SEVILLA
El Boli con la cuadrilla de Rafael Franco / ABC DE SEVILLA


Tiene 82 años y anda a pasitos cortos, como aprendió a hacer como peón de Rafael Franco. Su piel oscura denota que ha sido un trabajador incansable, de sol a sol, de mármol a mármol, y sin aliviarse jamás. Un tatuaje en su brazo izquierdo y la camisa abierta que lo deja a pecho descubierto frente a quien busca desentrañar todos los secretos guardados de tantos años en la pelea. Sus pies gastados han marcado el compás de la leyenda que sentó las bases del
andar con gracia de los palios.

“Estas casas las construyó el Tito Paco”, dice con un arte que puede sólo provenir de Triana. Y es que el hogar de El Boli lo preside la Esperanza, a la que nunca le faltan las flores. “No he sacao yo veces a la Esperanza de Triana, siempre ha sido mi vecina y es a la que yo he querido más”, afirma. No es hermano, pero como si lo fuera. Su mundo es el costal. Por eso, es miembro fundador de la Patrona de Capataces y Costaleros, Madre de Dios del Rosario, de la que es uno de sus hermanos más antiguos.

Prueba de cómo se multiplicaban estos ratones de Rafael Franco era que, sacando tantos años a la Esperanza de Triana, tuvo también el honor de pasear a la Macarena durante su Coronación. De eso hace casi ya 50 años.

Francisco, ¿aquel día llovió, no? “Llovió dice..., lo que noescampó”, señala con guasa. El 31 de mayo de 1964 lo recuerda como uno de los días de los que más orgulloso se sintió en su vida. 

Un trianero de pro debajo de la Macarena, para que luego digan. El Boli aprendió de los más grandes: Ariza el Viejo, Rafael Franco (padre e hijo), Alfonso Borrero… Pero su padre en esto del costal era Rafael Franco. Tanto lo quería que, cuando murió, sus ratones se ciñeron bajo el féretro para llevarlo al cielo. Él fue uno de ellos, quien también echó sus cenizas en la iglesia de Vera Cruz, su hermandad de siempre, y donde reposan sus restos. “Rafael era un hombre sencillo y, al contrario de lo que pasa ahora, era él quien buscaba a sus hombres”. Así formó la cuadrilla de los bajitos. Tan “chiquititos” eran, que El Boli, yendo en primera, medía 1,60 metros.

Tanto era así, que un año, cuando fueron a sacar a la Reina de Todos los Santos de Omnium Sactorum, los zancos del paso estaban sobre unos cubos de madera para que estuvieran más elevados… y ninguno de los hombres llegaba a las trabajaderas. 

Francisco Reyes Páez era albañil “y nunca me faltó el trabajo”. Viajó por trabajo en tantas ciudades como pudiera recordar, incluida Francia. Y para ganarse “unas perras más”, se metió bajo los pasos de la mano de su hermano, que estaba en la cuadrilla de la Puerta Osario.

Para diferenciarse entre ellos, fue su hermano quien le puso el mote de El Boli. Y así fue para siempre. En el año 44 sacó por primera vez El Calvario con 14 años. Recuerda exactamente cuánto ganó aquella Madrugada: “30 pesetas”. Después de eso, sacó “casi todas las cofradías, menos al Porvenir o San Bernardo”, dice. También echa en falta haber sacado a la Canina, aunque “no mucho”, ríe. “Era una semana de sueldo más, por la mañana iba a la obra y por la tarde hacía la corría con alguna hermandad, los siete días de la Semana Santa”, cuenta. “Se ganaba muy poco, pero a mí me encantaba. Fíjate que un Viernes Santo que saqué Montserrat, cuando la recogimos, me fui a meter a la Soledad de San Buenaventura, que aún no había entrado y venía cortita de fuerzas”.

Así era el trabajo de Francisco Reyes Páez. Un peón que rehúye hablar de la leña que daban los pasos. “Éramos hombres”, sentencia. “El problema –indica– no era la falta de fuerzas, porque aunque no tuviéramos preparación física ninguna, teníamos corazón y otras cosas… Era que íbamos los justos, y a veces de menos.

El entierro del capataz Rafael Franco / ABC DE SEVILLA
El entierro del capataz Rafael Franco / ABC DE SEVILLA


Había corrías en el que un costalero decía, ahora vuelvo, y después venía otro del mismo palo y se iba también, por lo que nos quedábamos tres en el palo. Eso sí, nunca delatábamos a nadie, éramos compañeros”. Ésa era la esencia de aquellas cuadrillas de profesionales que se rompían debajo de los pasos, sabiendo que les quedaba una semana por delante. Sí habla de un palio, el de las Penas de San Vicente, “que con la crestería nos dio leña más de una vez”.

La nobleza de Rafael Franco, la pone de manifiesto con una anécdota: “Los pasos muchas veces no los llevaba él, sino sus auxiliares. Durante la corría, una vez se enteró de que un grupo de costaleros estaba en una taberna bebiendo para reponer fuerzas. Y se plantó allí.

Cuando llegó, se echaron a temblar, pero él se acercó y, en vez de reñirles, les invitó a otra copita. Después volvieron al trabajo”. Desde 1944 hasta mediados de los 70, El Boli vivía bajo los pasos durante la Semana Santa. Pero llegó el momento de dejarlo: “yo no me retiré, me retiraron”, afirma. Después de haberlo sacado todo, incluso pasos en municipios como Lepe, donde trabajaba como perito un hijo de Rafael Franco que sacaba una cofradía de vísperas; las cuadrillas profesionales fueron dejando paso a las de los hermanos costaleros. “Rafael decía que tenía que cobrar los pasos y que no iba a ir de balde, así que nos propusieron ir de sustitutos por si fallaban los hermanos. Rafael se negaba a eso”. De esta forma, puso fin a treinta años de servicio, con un costal, una faja, alpargatas y un cajetín de tabaco en el bolsillo.

Las cuadrillas de hoy


El boli posa ante el palio de la Esperanza de la Trinidad / ABC DE SEVILLA
El boli posa ante el palio de la Esperanza de la Trinidad / ABC DE SEVILLA
El Boli apenas ve cofradías ya. Sólo se acerca a ver a “la de la Gran Plaza”, la cofradía que nació cuando él ya se retiraba, a la que le organizó las cuadrillas. Destaca a la del palio de Consolación, por ser “una de las que mejor andan en Sevilla”. También le gusta “la del palio del Barrio León”. Porque Francisco Reyes Páez no se fija en los Cristos, “yo fui costalero de palio, mírame la altura”, dice riéndose.

El Boli piensa que “el costalero de hoy ha cogido experiencia” y que la “única diferencia” que tienen con las cuadrillas de profesionales es “que no cobran”. Mientras, su legado continúa bajo las trabajaderas. Llegó a salir con su hijo Curro antes de retirarse, y otro de sus nietos saca todavía su ropa en algunos palios como la Esperanza de Triana. Como El Boli, también queda su amigo, el ratón Enrique Silva y algún otro como El Chapi, “aunque ellos eran más nuevos que yo en la cuadrilla”, concluye.

Aún conserva recortes de prensa, así como una entrevista que le hicieron en el año 89 en el periódico ABC. Son sus recuerdos de una etapa de la que siente “mucho orgullo”. Guarda también una foto con un compañero suyo ya fallecido delante del palio de la Esperanza Trinidad. Así es El Boli, un hombre con mayúsculas, capaz de sacar a su familia adelante trabajando de sol a sol y de mármol a mármol. De la obra al palo y viceversa. Era justo que se le reconociera porque es el penúltimo de los ratones. Francisco Reyes Páez “El Boli”, costalero de leyenda.


El Boli / ABC DE SEVILLA
El Boli / ABC DE SEVILLA

Artículo: Javier Macías.
De la revista número 49 de Pasión en Sevilla, julio de 2012.
Publicado 21/08/2.013

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